No importa el cánon de belleza desde el que se mida o evalúe. Esa labor la dejo a los historiadores del arte...
La belleza acompaña a los sentimientos mas puros del hombre desde tiempos inmemoriables; o al menos dentro de mi ignorancia, me aferro a esa creencia.
Para Cecilia...
V.B.
De la Belleza (o de lo Bello)
Me encandila el vuelo de ángeles y querubines
que ofician de portavoces de los augurios de
hermosuras que se perciben como flores en
la primavera de inmaduros sueños.
El calor de sus abrazos, sus sonrisas inmaculadas
y sus aterciopeladas voces son inefables. Y yo, su
mísero espectador, rehúyo del temor a los dolores
pasados.
Sus suaves manos componen tiernas melodías cargadas
de emoción y de pasiones: esbeltas, puras, sinceras.
Construyen un mundo inocente con la suavidad de
acolchonadas cosquillas, límpidas y amables.
Aureolas doradas prenden de sus lacias y largas cabelleras.
Su mirar claro apacigua el latir extático de mi
corazón, que no logra apreciar la sencillez
de sus armoniosos coros, de sus composiciones deliciosas.
Y ellos, que también ofician de maestros dignificando el
amor, me escuchan y me comprenden. Me aman y los
amo, porque serenan mi vida y me permiten junto
a ellos aprender a imaginar. Me toman en brazos
y me acunan. Susurran palabras incomprensibles a los
oídos mundanos. Con espíritu maternal entre cientos
de sonrisas detienen el reloj del tiempo y los minutos
se convierten en milenarias centurias donde cantan
historias de princesas, de odas y de malvados. Viejas historias
donde cincelan mi figura, adornándome de belleza y de paz,
de amor y libertad; en esa marcha sideral
en donde todo lo mágico aún es material.
Valentín Borlazno
Lomas de Zamora, 15 de junio de 2006
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