martes, 27 de febrero de 2007

Los Demonios de Kafka

Diez mil veces he oído hablar de UNA palabra que me causa repulsión, y desprecio. Las dudas y las miserias de una fría humanidad descansan en la insensatez de una palabra: un pseudo delirio, oscuro, opaco, inimaginable.
Ella me habla de dolor, muertes, traiciones. Solo los hombres, seres imbéciles, que chorreantes de imbecilidad como fluidos toscos y asqueantes pululamos por la vida dejando nuestra estela de baba inmunda a nuestras espaldas. Solo los hombres, somos capaces de creer en esta mísera palabra. Ingenuos, fútiles, enamorados.
Una palabra. Una sucesión de cuatro grafemas asociados evocando una abstracción. Una abstracción… ¿Acaso las abstracciones deberían jactarse valerosas de representar algo en la mente de los hombres?. Jactantes de dolor son los hombres que creen en ellas. Y maldigo a la evolución de los años y de las necesidades homínidas que nos atribuyeron el habla, lo que solo logro hacernos una horda de seres taimados, soberbios y sensibles. Desde tiempo remotos escribas, poetas y filósofos estudiaron el sentir. Imbéciles ellos también que murieron en la incertidumbre de sus días, plagados de dudas y rebosados en soledades ignómitas.
Pobres de aquellos que morimos día a día como fervorosos creyentes de la fe en el amor. El amor, esa es la palabra que me causa repulsión y desprecio. Palabra excecricia. Maquiavélico artilugio que algún ser mas perverso que él inventó para coercionar a los hombres, para hacerlos inútiles servidores de otros hombres, incapaces de elegir por medio de sus propias convicciones. El amor no es una torre en una capital, no es una canción, ni un poema. Maldigo también a los poetas, orgullosos del fruto de su ¿magia? plasmada en un papel. Los maldigo y me maldigo. Maldigo a aquella energía universal que me deposito en este cuerpo y en este tiempo. Maldigo a las palabras y su influencia. Maldigo al amor que me ató a una locura sin fin.
¿Qué somos los hombres?. No somos mas que incrédulos masoquistas; que aferrados a una ilusión recorremos el camino al karma. ¿Es el amor un karma?.
El yin y el yang. El sano equilibrio que una mujer o un hombre es capaz de derrumbar. No es el odio una dicotomía, es la exacerbación del amor; es su complemento, es su necesidad. Se odia al amor porque se necesita amar. Se ama y se odia; se odia y se ama. No obstante ambos se tratan de lo mismo, una abstracción que nos hace felices. ¿La felicidad?, otra abstracción siniestra. Otros sufren y padecen a causa de la propia felicidad y del propio placer. La lógica de una cadena de sucesos siniestros dentro de la cual se desenvuelven nuestras vidas. Parecería ser que la muerte es necesaria para la vida, como el odio necesario para el amor. Seres infelices (dudo de su grado de infelicidad) padecieron en sus propias carnes el peso de este descubrimiento. Descubrieron inconcientemente la inexistencia real de las antítesis. Y así murieron. Murieron solos, alejados del mundo. Fueron locos, y odiados. Fueron revolucionarios de sus tiempos, y el fuego de la revolución consumió bajo su llama a sus cuerpos. ¿Será que mi destino es la muerte?. ¿Qué treta macabra me depara el sol del nuevo día?. Los demonios que a ellos atormentaron hoy me atormentan, y bajo sus designios siento el barro y la inmundicia que desborda de mi lecho, y fluye a mares por debajo de mis vestimentas. Albergo una única certeza en mis ocres días finales: la de mi muerte. Y en la antesala de mi final, mi vida es proyectada antes mis ojos como un tortuoso calvario; al fin y al cabo, fui un hombre imbécil que también creyó en el amor.

Valentín Borlazno
Nota: La imagen es¨Mujer Llorando¨ de Pablo Picasso.

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