Para C.
Una puerta, una arcada
a través de la cual te veo,
erguida,
la sombra de tu cuerpo,
la onda de tus senos que
en infinita exquisités acarician
la cortina de encajes crema,
pendiéndose al son del viento,
vistiéndote solo de cortina y credo
para pulverizar mis párpados con
tu belleza sublime de cuerpo
en sombra y cortina frente mío.
Cortina y puerta que se reproducen
por miles y centenares en todas
las habitaciones con puertas de madera,
en donde solo la imaginación cobra forma;
una forma que la punta de mis dedos
intenta alcanzar sin mayor éxito,
puesto que de tan cerca, ambos ebrios,
nos alejamos eternamente.
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