A la hora de la cena,
en el camino que va de mi biblioteca al comedor,
redescubrí, en el dulce recuerdo,
el amor por Miguel Hernández...
Y que se de por aludida
quien deba darse por aludida
Negros ojos negros.
El mundo se abría
sobre sus pestañas
de negras distancias.
Dorada mirada.
El mundo se cierra
sobre sus pestañas
lluviosas y negras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario